jueves, 21 de diciembre de 2017

Una historia de Navidad


A medida que uno va a creciendo y va madurando tanto física como mentalmente, descubrirá que muchas de las cosas que nos contaron de chicos eran una vil mentira. Al principio mentiras blancas e inofensivas que nuestros padres nos decían a efectos de resguardar la pureza de nuestra inocencia. Como si esta se tratara de un vaso de cristal.



Por ejemplo: “Portarte bien porque a los nenes malos Papá Noel no les trae regalo.” Una de las mentiras más crueles y manipuladoras en la historia de la humanidad, porque después te enteras de que el gordo de mierda ese nunca existió y vos fuiste el esclavo de tus padres por nada. Estos, en un orgasmo de poder, se aprovechaban de tu ingenuidad para obligarte a hacer todo tipo de tareas y trabajos sucios bajo la excusa de que si no lo hacías, Papá Noel no te iba a traer eso que vos tanto querías.



“Hijo ponete a hacer los deberes porque si no Papá Noel por acá no va a pasar.”



“Hijo andá a sacar la basura porque si no le voy a decir a Papá Noel que no te traiga nada.”



“Hijo subí al techo y arreglá la antena de la tele porque si no Papá Noel va a seguir de largo.”



No fue sino hasta mis sombríos y duros siete años que supe la verdad. Papá Noel eran en realidad tus padres.



La sensación de alivio y liberación que sentí en aquel momento, vuelve a cobrar vida cada vez que me acuerdo de la imagen de mi padre, deslizándose de manera sigilosa hasta el comedor para colorar mi regalo en nuestro árbol de navidad. Regalo que en teoría te traía un gordo vestido de rojo, con una barba tan blanca como la nieve misma. Un gordo que se suponía, venía desde los confines del mundo surcando los cielos sobre su legendario trineo, que era a su vez, arrastrado por dos ciervos que escupían fuego por la boca. O al menos es lo que recuerdo haber leído en uno de los libros de la biblioteca del colegio, mientras mis compañeros perdían el tiempo juntando juguetes usados para donar a los chicos del hospital.



Cuestión es que lo sorprendo a mi padre en el comedor. Sorprendido y preso de la vergüenza me mira, apenas capaz de sostenerme la mirada, y me pregunta: “Hijo, ¿qué haces despierto a esta hora?”



El muy ingenuo seguramente pensó que iba a estar en mi cuarto durmiendo plácidamente, ya que el mismo me pidió por favor que me vaya a la cama temprano así podía preparar todo para la llegada de Papá Noel.



Esa mañana hubo varias cosas que no me cerraron. Mi padre y mi madre hablando casi en susurros en la cocina, mientras calculaban gastos y analizaban la lista de regalos que todos los años me hacían escribir, y que después usaban para chantajearme. Algo andaba mal.



Esa noche, recuerdo que fue un viernes, decidí quedarme despierto. Pasaban las horas y yo mataba el tiempo jugando al Mario 3 en mi vieja Family, con el volumen al mínimo para que mis padres no escucharan.

Las horas pasaban y nada. Pero yo seguía ahí. Firme en mi decisión de mantenerme despierto, a sabiendas incluso de que al día siguiente me tenía que levantar temprano para ir a tirarle piedras a los perros de los vecinos. Pero bueno, era un pequeño sacrificio que estaba dispuesto a hacer.



A eso de la una y media de la mañana comienzo a escuchar unos ruidos bastantes extraños provenientes del comedor. Me deslizo hábilmente de mi dormitorio con la esperanza de poder encontrarme cara a cara con el mítico personaje y ahí lo veo:



Mi padre, sosteniendo una bolsa de la cual iba sacando varios paquetitos con distintas formas. Todos envueltos en papel de regalo colocándolos cuidadosamente al pie de nuestro árbol de navidad junto al pesebre.



-Hijo, ¿qué haces despierto a esta hora?

-Quería ver a Papá Noel.

-Para Noel no pudo venir, se sentía mal. Por eso lo estoy ayudando.



Ustedes fíjense como el cerdo, descubierto en su propio charco de mentiras, continuaba cubriéndose de más mugre a fines de poder llevar a cabo su perversa obra del engaño hasta el final.



-Ah, está bien si lo estás ayudando. ¿Me trajiste lo que le pedí entonces?

-Papá Noel leyó tu carta y me dijo que lo que vos le pediste es bastante difícil de conseguir…así que te trajo otro regalo y te pide perdón.

-Si papá, pero ¿sabes cuál es el problema? Que con perdón no se solucionan las cosas. ¿Qué hago ahora con la carta que estuve escribiéndole dos meses enteros? ¿Me la meto en el culo?



Cuando somos chicos, más a la edad que tenía yo en ese entonces, no somos capaces de distinguir por completo la realidad de la ficción. Por lo que muchas veces somos influenciados por medios de entretenimiento, como la televisión y los videojuegos. Y es precisamente esa característica lo que hace a la infancia la etapa más pura e inocente de la vida.



Me acuerdo que ese año le había pedido a Papá Noel que me trajera un “Detonador de Cerebros a Distancia” para usarlo con mis compañeritos de la escuela. Todavía recuerdo la cara de estupefacción, casi horrorizada, que puso mi madre cuando le mostré la carta.

En aquel momento yo pensé que se estaba refiriendo a una cuestión técnica. Razón por la cual le dije que se quedara tranquila, que primero lo iba a probar con un gato para ver si andaba. Incluso, para facilitarle el trabajo a Papá Noel, me había pasado una tarde entera dibujando unos planos para asegurarme de que el trabajo saliera a la perfección.

Hoy me acuerdo de eso y me río, pero en aquel momento me dio mucha bronca. Más que nada por el esfuerzo que le estaba poniendo a los dibujos.



Ustedes no se imaginan lo bien que me habían salido los cuerpecitos convulsionados de mis compañeros en el piso, dando patadas y manotazos desesperados al aire, al tiempo que pequeños pedazos carbonizados de cerebro les empezaban a salir de las orejas.



Que calidad, que arte, que hermosa época. Y eso que apenas era la versión prototipo.



Pero bueno después la entrometida de mi mamá lo vio y me sacó la hoja. Exclamando que un nene a mi edad debería estar jugando a la pelota con sus amigos en el parque y no haciendo ese tipo de cosas.



Nunca entendió que lo más parecido que tuve a un amigo fue la bibliotecaria de la escuela, y que mis compañeros de clase nunca me invitaban cuando salían a jugar. Pero mi mama era así, me limitaba. Me limitaba todo el tiempo y papá me mentía en la cara.



Por eso, la noche que enfrenté a mi padre y descubrí la verdad acerca de Papá Noel y la navidad, decidí que de ahora en adelante iba a dedicar mi existencia a abrirles los ojos a los demás niños, que como yo habían sido engañados y limitados por la tiranía de sus padres.



De más está decir que mi papá intento persuadirme, blandiendo una serie de argumentos tan ruines y miserables como él. Diciéndome que ahora que sabía la verdad y por ende -según él- había crecido, era mi responsabilidad proteger el espíritu navideño de los demás chicos.



En resumen, me estaba pidiendo que fuera su cómplice. Pero yo ya había tomado una decisión. Tenía que hacer el bien.

Por eso al día siguiente me levanté temprano y me fui hasta lo de  Carlitos, uno de los chicos de la cuadra, y le dije toda la verdad.

Los padres le habían hecho un muy buen lavado de cerebro, por lo que al principio se negaba a creerme.



-Abrí los ojos Carlitos, ¿Por qué crees que el año pasado Papa Noel no te trajo la bicicleta que le pediste y en su lugar te terminó trayendo un libro para colorear?

-Es que mi papá me explicó que Papá Noel tuvo que comprar muchos regalos y por eso no le alcanzó para la bicicleta. Hasta me lo puso en una carta, ¿ves?

-No Carlitos, pasa que en realidad Papá Noel es tu viejo, que es un muerto de hambre y que de acá a dos años seguro se lo terminan de comer los piojos. Mira todas las faltas de ortografía que tiene la carta mugrienta esa ¿Qué otra persona a parte del analfabeto de tu papá podría escribir así? ¡Despertá, Carlitos!



Carlitos no termina de romper en llanto ahí nomás, que sale el padre abriendo la puerta de una patada y blandiendo un palo de escoba al grito de “¿¿¿QUE HACES HABLANDO CON ESA BASURA??? ¡¡¡TE METES YA PA DENTRO CARLITO!!!”

En ese momento me acuerdo que de lo único que tuve tiempo fue de salir corriendo tan rápido como me lo permitieron mis cortas piernas. Lo único que lamento es no haber llevado una cámara para tener un registro fotográfico de la cara de mí vecino Carlitos cubierta de lágrimas, seguramente lágrimas de emoción, ante tan noble gesto que tuve con él.



Después de eso continúe con mi labor caritativo dentro del familiar. Por lo que esa misma noche del 24 de diciembre, reuní a todos mis parientes asegurándome de que mis primos más chicos estuvieran presentes, y los hice ver un video con la excusa de que se trataba de un trabajo para la escuela en donde los maestros nos hacían grabar un saludo con motivo de las fiestas para ver en familia.



Todos se pusieron contentos y me felicitaron, diciendo que no esperaban un gesto tan cariñoso de mi parte. Todos menos mi tío Horacio, quien inmediatamente entró como en un estado de alerta y en un tono que detonaba desconfianza le susurro en el oído a mi tía: “¿Marta que estará planeando este sorete?”



Tanto mi tío Horacio como mi tía Marta siempre fueron unas personas extremadamente religiosas, y la navidad para ellos era sagrada. Yo nunca les caí bien. En especial a mi tío, quien me guarda rencor todo porque una vez durante el entierro de su madre, le pregunte al cura –o sea al cura, ni siquiera estaba hablando con el- si no la podían enterrar más rápido a la vieja porque yo me tenía que ir a ver los Tiny Toons.

Y desde ese día me hizo la cruz. Un exagerado. Porque a ver, la culpa en todo caso es de él, que organizó el entierro un día de semana cuando tranquilamente lo podría haber pateado para el Domingo. Era viernes ¿Qué le costaba esperar dos días más? Pero mi tío era así. Le gustaba limitar a la gente.



Cuestión que pongo el casete en la videocasetera y al principio como que no entendían bien de que se trataba. Lo cual tenía todo el sentido del mundo ya que la imagen que estaban viendo en pantalla pertenecía a una esquina muy famosa de mi barrio. Más precisamente a la esquina de un local bastante conocido en ese momento por vender todo tipo de juguetes y juegos de mesa para niños.



Mis primitos miraban la pantalla con los ojitos medio entreabiertos, tratando de entender que es lo que estaba pasando. Pero eso no fue hasta que apareció en la televisión, la figura de mi tío Horacio, saliendo del local con un montón de regalos para posteriormente meterlos en el baúl del coche.



“HIJO DE RE MIL PUTAAA,” exclamó mi tío, ya demasiado tarde, al tiempo que se abalanzaba sobre el control remoto para detener la grabación.

Después de eso pasaron varias cosas al mismo tiempo. Todo en cuestión de segundos. Yo sonriendo mientras señalaba la pantalla con ambas manos diciendo “Y con ustedes el verdadero Papá Noel,” mis primitos gritando desaforadamente cosas como “¡Papá Noel no existe!” “¡Papá sos un mentiroso!” “¡Abramos el regalo ahora!” Mi tía Marta, agarrándose fuertemente el pecho mientras se sujetaba del mantel para no caer redonda al suelo, haciendo que en el proceso el pollo vuele por los aires.



La verdad, hermosa noche. La pasamos muy bien realmente. Por eso nunca entendí porque me tío decidió subir a toda su familia en el auto y marcharse faltando tan poco para las doce.



“¡Para tío, no te vayas!” me acuerdo que le grité a último momento. “¡Preparé unas presentaciones en Power Point donde salís con el disfraz de Papá Noel!”



“¡Metetelas en el orto y feliz navidad basura!” me gritó mi tío desde su auto, cerrando la puerta de un portazo. Un maleducado, pero bueno, rescato ese atisbo de redención que tuvo al final ya que por lo menos me deseo feliz navidad.



Yo creo que en el fondo él sabía que lo único que yo buscaba, era hacer el bien.


miércoles, 15 de noviembre de 2017

El otro día fui a donar sangre

El rechazo que sufre uno cuando quiere hacer una buena acción, es una puñalada directa al corazón que muy rara vez llega a cerrar. Y cuando lo hace, no lo hace por completo sino que deja una grieta de dolor marcada en el alma hasta el fin de los tiempos.

Al menos es lo que sentí yo tras vivir una experiencia bastante desagradable que no le desearía ni al peor de mis enemigos.
Esto tómenselo de manera metafórica, porque decidir quién es hoy en día mi peor enemigo –teniendo una lista interminable, cuyo cierre, al parecer, no tiene ni siquiera una fecha tentativa- es prácticamente imposible.

Quiero ser lo más breve posible con esto así que procedo a narrarles mi última odisea. Y digo última porque espero sinceramente que así lo sea. A veces me pregunto por qué el destino construyó un camino tan duro e implacable para que yo transite por esta vida. Un camino plagado de dolor y sufrimiento.

Resulta que la semana pasada me acerqué al hospital para donar un poco de sangre. Y debo confesar que me sorprendió bastante el hecho de que cuando una persona dice que va a “donar sangre” realmente está hablando de una donación. Porque yo siempre pensé que se vendía. De verdad les digo. Y utilizar en su lugar la palabra donar era tan solo una mera forma de decorar tan humilde y noble gesto.
Repito, de esto yo me entero recién la semana pasada, cuando me acerco al hospital y casi de manera tímida le pregunto a la chica del mostrador:

“Disculpe, ¿A cuánto están comprando la gota de sangre?”

La chica un poco más me escupe en la cara el agua tónica que estaba tomando del ataque de risa que le agarró. Me explica que en ningún hospital con dos dedos de frente comprarían sangre y que las donaciones para hacer están abiertas a todo aquel que quiera colaborar, haciendo mucho énfasis en esta palabra, casi rechinando los dientes, como si estuviese conteniendo unas terribles ganas de saltar el mostrador y cagarme a trompadas ahí mismo.

“Mirá, la sangre es para un amigo que está internado en este hospital,” le digo. A lo que la chica me responde que antes de hacer cualquier tipo de donación me tenía que someter a una serie de controles básicos.
“¿Con diez gotas alcanzará?” le pregunto con total franqueza porque honestamente no tenía idea, ya que era la primera vez que iba a donar sangre. Pero la chica evidentemente se lo tomo mal, y cuando digo mal quiero decir que se lo tomo para el ojete porque ni bien termino de pronunciar las palabras me pregunta si soy retrasado mental o si simplemente era un sorete de ser humano.

Resulta que las donaciones de sangre por lo general rondaban en los 450 centímetros cúbicos. Pero bueno, yo no lo sabía. ¿No me lo podía explicar de buena manera? ¿Era necesaria la agresión?

Cuestión que luego de terminar con los chequeos para donar la cantidad precisa, pregunto si podía pasar a ver a mi amigo, quien si bien se había tenido que someter a una operación bastante simple, el susto siempre está.

Porque claro, me olvidé de contarles. A mi amigo la semana pasada lo atropelló un coche y le tuvieron que amputar las dos piernas.

Entro en la habitación y ahí lo veo a mi amigo Wilfredo, acostado con sus dos muñones extendidos sobre la cama. “Andate,” me dice apenas me ve asomar la cabeza por la puerta. Su voz era débil y rasposa. Casi un susurro.
Ustedes se imaginaran la puñalada de dolor emocional que sentí en ese momento al ver que mi amigo me estaba recibiendo de esa forma. Justo después de haber donado mí preciada sangre a efectos de contribuir a su recuperación sin tener obligación de hacerlo.

“Vine a donarte un poco de sangre porque me dijeron que necesitabas una transfusión,” le explico.
“Antes de tener sangre tuya corriendo por mis venas prefiero estar muerto,” me dice Wilfredo. Admito que es remarcable como a pesar de estar tan débil para hablar, se las ingenió para cargar cada palabra con un profundo odio y desprecio. Como si yo fuese el responsable de que se encontrara en ese estado.

Bueno al menos eso es lo que piensa el, porque en cierta forma Wilfredo me culpa a mí de lo que le pasó.

Porque esto tampoco se los conté. El que lo atropelló fui yo. Y cuando digo atropello quiero decir que lo pase por encima. Pero fue un accidente, no lo hice a propósito.

Yo puedo entender que Wilfredo haya tenido un mal día, porque vamos a decir la verdad, que te corten las piernas es un embole, pero me parece que echarme la culpa a mí es buscar la solución más cómoda y fácil. Porque él sabía muy bien que yo no sabía manejar. Y si bien yo le insistí para que me dejara usar su auto porque le dije que estaba con intenciones de sacar el registro, si él fue tan irresponsable de acceder es un tema de él.

Sí, capaz que yo estuve mal en negarme a que se sentara al lado mío para ir aconsejándome mientras yo aprendía. Pero no lo hice de mala leche, sino que como de chico mi papá me había llevado a andar karting, pensé que más o menos iba a ser lo mismo. No es que yo lo quise pasar dos veces por arriba porque soy una mala persona. Fue un accidente.

Sí, eso también me estaba olvidando de decirles. Lo pise dos veces. Una al momento de arrancar y después cuando hice marcha atrás para estacionar.
Yo ya cuando escucho ese crujido que hacen los huesos al ser aplastados bajo las llantas de un auto, supuse que algo estaba haciendo mal. Alguna cagada me había mandado. Así que de la bronca dije “Bueno, por lo menos voy a tratar de dejarlo bien estacionado.” Todo esto mientras Wilfredo que estaba atrás,  o mejor dicho abajo, al grito de “¡Pará! ¡Pará que me vas a matar hijo de re mil puta!” me pedía que me detuviese.

Pero lamentablemente no hago tiempo a frenar y ahí es cuando escucho el segundo CRUNCH, seguido de una serie de reputeadas que después pasaron a transformarse en desgarradores gritos de dolor.
Porque si la angustia que yo estaba sufriendo en esos momentos intentando estacionar el vehículo no era suficiente, el señor no tuvo mejor idea que empezar a gritar e insultarme, así yo me ponía más nervioso de lo que ya estaba.

De mas esta decir que no solo me insultó Wilfredo, sino también sus padres, quienes salieron de la casa corriendo y sin preguntar por lo menos que había pasado, me empezaron a decir de todo. El padre sin lugar a dudas fue el peor, ya que ni siquiera tuvo la decencia de llevarme con su auto, por lo que me tuve que pedir un remís para volver a mí casa.

Yo creo que la culpa la tuvimos los dos, tal vez el un poco más que yo, pero lo importante en esos momentos no era encontrar un culpable sino una solución. Motivo por el cual en esos momentos yo me encontraba en esa habitación con él, haciendo a un lado todas nuestras diferencias.

Pero no hubo caso. Wilfredo no solo no quiso recibir la transfusión sino que llamó a la enfermera para decirle que me echara y que bajo ningún motivo me permitiera ingresar nuevamente en la habitación.

Después de eso, totalmente humillado y con el corazón hecho pedazos, me fui a buscar al médico que había realizado la extracción para preguntarle si no me podía volver a meter la sangre en el cuerpo. Ya que mi amigo se había negado a recibir la transfusión.

Ahí es cuando me termino de dar cuenta que la buena atención no era precisamente el punto fuerte de los empleados de aquel hospital, porque me puso una cara de asco tremenda y como si estuviese aguantándose unas incontenibles ganas de vomitarme en la cara me dice que eso no era posible, pero que si quería, podía donar la sangre al hospital ya que seguramente le iba a servir a otra persona.

“Por $100 es suya,” le digo yo, con toda la buena voluntad y humanidad posible. Pero el médico, muy orgulloso, se negó y cordialmente me pidió que me fuera antes de que me clavara el bisturí en el ojo pidiéndome además, y cito, que me llevara mi inmunda y putrefacta sangre conmigo.

Y así fue como volví a mi casa. Con la bolsita de plástico debajo en el brazo, preguntándome porque la vida me hacía sufrir de esta manera cuando lo único que hago es desvivirme por ayudar a los demás y hacer el bien.




martes, 24 de octubre de 2017

El otro día me inscribí a un curso de Instagram

Me acuerdo que cuando recién había salido a la venta el palito para sacarse selfies, automáticamente pensé que había algo que estábamos haciendo mal. No como sociedad, si no directamente como seres vivos con materia gris adentro de la cabeza. Algo no estaba bien, claramente. Porque por algún motivo sentía que estábamos atravesando por un proceso de retrocesión intelectual, el cual nos llevaba a compararnos con el australopithecus.

Sin embargo debo decir que lo que presencie hace unos días en Facebook, lejos de asombrarme me dejo bastante preocupado. Está bien. Boludos hay y los habrá siempre. Lo alarmante es cuando aparece gente con los instintos más bajos que te puedas imaginar, sin escrúpulos y una carencia total de empatía, que entran en escena para aprovecharse de la ausencia total de neuronas que presentan algunas personas.

El otro día me encontraba en mis oscuros aposentos, viendo de corrido la trilogía de El Señor de Los Anillos versión extendida cuando de repente me llega un mensaje de Claudia, una amiga quien hace poco se había hecho una cuenta de Instagram.

Abro el mensaje y resulta que era una imagen publicitaria de una página que aparentemente se dedicaba a vender cursos de Instagram por Facebook. Sobra decir que esto lo hizo con el fin de consultar cual era mi opinión sobre la autenticidad de la página en cuestión.

“Mirá, si pago y después resulta que era un curro para sacarme la plata,” me escribe preocupada.

A mí sinceramente me preocupó más el hecho de que seguramente la página era autentica y que al otro lado del monitor realmente existían seres que querían que les dieran dinero por decirle a la gente como ponerle un filtro a una foto que te sacas en el baño semi en pelotas. Sin lugar a dudas mi amiga Claudia estaba en lo cierto y todo se trataba, de una forma u otra, de un curro.

Antes de que hiciera algo, le dije a mi amiga que esperara a que me pusiera en contacto con esta página a fin de poder conseguir algo de información que le ayudara a decidir si finalmente iba a requerir de sus servicios o no.

Me hice una cuenta falsa y le mande un mensaje privado. La conversación fue…bastante fluida. Y si bien no fue modificada, por obvias razones decidí no revelar el nombre real de la página, por lo que la misma va a figurar en la conversación que leerán a continuación simplemente como “Cursos de Instagram.”



Edgardo De la Fuente: Buenas

Cursos de Instagram: ¡Hola Edgardo! ¿Cómo estás?

Edgardo De la Fuente: No muy bien que digamos, la verdad.

Cursos de Instagram: Me apena mucho escuchar eso :(

Cursos de Instagram: O leer, en este caso ;D

Cursos de Instagram: ¿Qué te anda sucediendo?

Edgardo De la Fuente: No me estaría yendo muy bien con mi cuenta de Instagram. Y es precisamente ahí donde entrás vos. O ustedes. Porque calculo que deben ser más de una persona las que administran la página.

Cursos de Instagram: Estas en lo cierto, Edgardo. Hay todo un equipo de profesionales trabajando detrás de la página, y el objetivo es justamente poder ayudarte en lo que sea que necesites.

Edgardo De la Fuente: Ojala puedan, la verdad. Porque te juro que a veces pienso en cerrar directamente la cuenta y mandar todo a la mierda.

Cursos de Instagram: Jajajajaja, bueno pero tampoco da para que te pongas así. ¿Cuál es el problema que tenes con la cuenta?

Edgardo De la Fuente: La cuenta funciona perfectamente. El problema soy yo, que soy un asco.

Cursos de Instagram: Nooooooo, ¡no digas eso!

Edgardo De la Fuente: Es la verdad. No logro hacer que ni una sola foto llegue por lo menos a los 5 likes.

Cursos de Instagram: Bueno pero eso es súper normal al principio, no tenes que ponerte mal. Decime, ¿hace cuánto creaste la cuenta?

Edgardo De la Fuente: Unos seis meses. Creo.

Cursos de Instagram: No es tanto. Al principio siempre cuesta. Es hasta que le agarres la mano y te vas haciendo cada vez más seguidores.

Edgardo De la Fuente: Es que no me sigue nadie, ese es el problema. Tengo dos seguidores. Uno era mi mamá, pero la bloqueé la semana pasada.

Cursos de Instagram: Claro. Y a ver decime, ¿Qué tipo de fotos solés subir?

Edgardo De la Fuente: Últimamente no estuve subiendo mucho, pero la última vez subí una foto de un café que me tome en Starbucks. Y nada, la foto quedó muerta ahí. Sin likes, sin comentarios, sin nada.

Cursos de Instagram: Te entiendo, ¿Y a qué hora la subiste por casualidad?

Edgardo De la Fuente: ¿La hora? A ver, aguantame que me fijo.

Cursos de Instagram: =)

Edgardo De la Fuente: 12:35

Cursos de Instagram: Claro. Mirá Edgardo, lo ideal sería que si vas a subir la foto de alguna comida que comas durante el desayuno, lo hagas por la mañana. Ya que es el horario que comúnmente elige la gente para compartir ese tipo de fotos.

Edgardo De la Fuente: Sí, pensé en eso que decís, pero la verdad es que tampoco quiero parecer un psicópata, viste.

Cursos de Instagram: No pasa por ser un psicópata. En el mundo de las redes sociales todo se reduce al trending. Los temas que son más populares. Si no te sentís como subiendo fotos de comida podes probar otra cosa. Fijate cuales son los hashtags que más usa la gente.

Edgardo De la Fuente: ¿Eso lo enseñan ustedes en la cursada?

Cursos de Instagram: El propósito de los cursos es brindarte las herramientas necesarias para que vos después puedas usar los hashtags de la manera más adecuada posible y de esa forma, conseguir una mayor cantidad seguidores y aumentar tu popularidad en la red.

Edgardo De la Fuente: Suena interesante. Sí, lo más seguro es que termine anotándome. Le quiero dar una oportunidad a este curso. A mi cuenta. Y más que nada, a mi mismo.

Cursos de Instagram: ¡No te vas a arrepentir, Edgardo!

Edgardo De la Fuente: Me imagino que no. ¿Te puedo hacer una pregunta?

Cursos de Instagram: ¡Obvio! Para eso estoy.

Edgardo De la Fuente: ¿Cómo te llamas? Es que por Facebook solo me figura el nombre de la página.

Cursos de Instagram: Julieta :D

Edgardo De la Fuente: Encantado, Julieta.

Cursos de Instagram: Igualmente :D

Edgardo De la Fuente: ¿Me podrías comentar como son los aranceles de los cursos?

Cursos de Instagram: ¡Cómo no! Te comento Edgardo que los cursos se brindan por Skype, tres veces por semana y tienen un valor de $2.498 por mes.

Edgardo De la Fuente: Un precio más que justo, si me va a garantizar el éxito en Instagram.

Cursos de Instagram: Si sos constante, vas a empezar a ver los resultados más pronto de lo que pensas.

Edgardo De la Fuente: Espero, porque la verdad estoy cansado de poner el despertador a las seis de la mañana para levantarme temprano y darle like a las fotos que suben las cachorras. Todo para que al final me bloqueen.

Cursos de Instagram: Jajajajaja ¡Que exagerado!

Edgardo De la Fuente: No te rías que no es broma, Julieta. Siempre me dicen algo de pajero o algo de pelotudo y me terminan bloqueando.

Cursos de Instagram: ¿Pero vos que les pones?

Edgardo De la Fuente: Nada, que están buenas. Nada más. Y ya con eso se ofenden.

Cursos de Instagram: Bueno, a veces la gente suele tomarse los elogios de distintas maneras.

Edgardo De la Fuente: No las defiendas Julieta, son unas hijas de puta.

Cursos de Instagram: OOOOOOOK

Edgardo De la Fuente: En fin, volviendo al tema de los cursos, me llama poderosamente la atención que sean por Skype. Hubiese jurado que iban a ser presenciales.

Cursos de Instagram: Todos nuestros cursos se brindan de manera online, Edgardo.

Edgardo De la Fuente: Qué raro.

Cursos de Instagram: ¿Por qué raro?

Edgardo De la Fuente: No, por nada. Y decime, ¿Esto cómo se paga? ¿Tienen alguna oficina por la cual me pueda acercar?

Cursos de Instagram: Tenemos una oficina pero es más que nada para temas administrativos. No está abierto al público. El pago lo haces por tarjeta de crédito. Los primeros dos meses tenes un descuento del 10% si abonas con Visa.

Edgardo De la Fuente: Claro, pero entonces ¿nunca nos encontramos personalmente?

Cursos de Instagram: Podes acercarte al final de la cursada para retirar tu certificado. Aunque por lo general solemos mandarlo por mail.

Edgardo De la Fuente: Ya veo.

Cursos de Instagram: ¿Cuál es tu duda, Edgardo?

Edgardo De la Fuente: En realidad ninguna ahora que me estas comentando esto. Es solo que pensaba en algo más personal.

Cursos de Instagram: Mirá, si tenes dudas sobre si somos confiables o no, en nuestra página de Facebook están las referencias de todos nuestros clientes para que despejes todas tus dudas y te quedes más tranquilo.

Edgardo De la Fuente: No hace falta, ya me quedo todo bastante claro.

Cursos de Instagram: ¡Genial! :D

Edgardo De la Fuente: Lo que sí, me da un toque de desconfianza hacerte el pago y que después no me llegue el producto, viste.

Cursos de Instagram: No te estaría entendiendo.

Edgardo De la Fuente: Me refiero a la entrega.

Cursos de Instagram: ¿Entrega de qué? Si te referís a los cursos, ya te dije que no son presenciales.

Edgardo De la Fuente: No, no hablo de los cursos. Pensé que nos estábamos entendiendo.

Cursos de Instagram: Mirá, no te lo tomes a mal, pero la verdad que no estoy entendiendo a donde queres llegar, ni a que te estas refiriendo.

Edgardo De la Fuente: De la entrega te hablo, Julieta.

Cursos de Instagram: ¿Qué entrega?

Edgardo De la Fuente: Hace más de media hora que venimos hablando. Pensé que a esta altura ya había pasado la prueba.

Cursos de Instagram: ¿Me estas cargando?

Edgardo De la Fuente: Nunca me gustaron las bromas.

Cursos de Instagram: ¿Entonces de que prueba me hablás?

Edgardo De la Fuente: Me refiero a que creo haberte dejado bien en claro que quiero comprar.

Cursos de Instagram: No te entiendo, ¿Qué queres comprar?

Edgardo De la Fuente: “Los cursos.”

Cursos de Instagram: Ya te dije, pagas con tarjeta y se dan por Skype. ¿Me estas tomando el pelo?

Edgardo De la Fuente: A mí me parece que la que me toma el pelo sos vos, que te pones a jugar con mi tiempo. Te dije que quiero comprar. Por eso estaría bueno que cerremos el tema de la entrega cuanto antes.

Cursos de Instagram: ¿¿Pero entrega de qué??

Edgardo De la Fuente: De la mercadería.

Cursos de Instagram: A vos te falla me parece.

Edgardo De la Fuente: ¿Me equivoque de página entonces?

Cursos de Instagram: Me parece que le pifiaste mal.

Edgardo De la Fuente: Claro, es eso, o vos te haces la desentendida para seguir probandome.

Cursos de Instagram: ¿De qué hablas flaco?

Edgardo De la Fuente: ¿No venden drogas ustedes?

Cursos de Instagram: ¿¿¿QUEEEE???

Edgardo De la Fuente: Listo, ya está. ¿Podemos hablar sin vueltas ahora?

Cursos de Instagram: Sos un tarado, ¡¡Nosotros no vendemos drogas!!

Edgardo De la Fuente: Veo que vas a seguir fingiendo.

Cursos de Instagram: Mira, vos debes ser un tarado o un desubicado. Te digo que nosotros no vendemos droga, no sé qué te habrás fumado para salir con eso.

Edgardo De la Fuente: Es que todavía no me fume nada, ese es el problema. Y la culpa la tenes vos, que no me queres vender.

Cursos de Instagram: Vos estás mal de la cabeza.

Edgardo De la Fuente: ¿Por qué? ¿Por qué te quiero comprar?

Cursos de Instagram: Anda a comprar a otro lado, nosotros no vendemos drogas. No somos delincuentes.

Edgardo De la Fuente: ¿Vos de verdad me queres hacer creer que ustedes realmente se dedican a dar cursos de Instagram por Skype, y que la gente les paga por eso? Si no me queres vender Julieta, todo bien, pero no me tomes por idiota, te lo pido por favor.

Cursos de Instagram: Es que la verdad creo que sí sos un idiota por andar pensando que la gente anda vendiendo drogas por Facebook.

Edgardo De la Fuente: ¿A vos te parece que la gente no utiliza las redes sociales para vender drogas e incluso cosas mucho peores?

Cursos de Instagram: Puede ser, ¡Pero nosotros no! ¡Cortála de una vez!

Edgardo De la Fuente: La verdad creo que no tiene sentido que sigamos hablando.

Cursos de Instagram: La verdad que no.

Edgardo De la Fuente: Pasáme con un tu supervisor por favor, o dame algún mail por donde me pueda poner en contacto con él.

Cursos de Instagram: ¿Qué supervisor?

Edgardo De la Fuente: El supervisor de Drogas.

(Me bloquea)


Al día siguiente le vuelvo a hablar. Obviamente desde otra cuenta.


Facundo Ortiz: ¡Buenas, buenas!

Cursos de Instagram: ¡Hola, Facundo!

Facundo Ortiz: Quería consultar por los cursos de Instagram.

Cursos de Instagram: Facundo: Te comento que los cursos se brindan por Skype, tres veces por semana y tienen un valor de $2.498 por mes. En caso de abonar con visa tenes un descuento del 10% en caso de pagar los primeros dos meses juntos.

(Si bien no tenía la certeza de que la persona que me estaba hablando era la misma que ayer, asumí que muy probablemente tras la última conversación con Julieta, tuvieron una reunión en su cuartel general donde acordaron ser lo más breve posible a fin de evitar que las conversaciones se vuelvan tan extensas y tediosas. Por lo que directamente me responde pegando un mensaje predefinido).

Facundo Ortiz: Ah, bueno, genial. Mirá, el dinero no sería problema porque a mi familia le sobra por suerte. Lo que si necesito es que me confirmes si estos cursos son realmente efectivos.

Cursos de Instagram: A ver, ¿vos que buscas precisamente con la cuenta?

Facundo Ortiz: Quiero juntar seguidores, y que las fotos que subo tengan la mayor cantidad de likes posibles, ¿se podrá?

Cursos de Instagram: ¡Si, obvio! Decime Facundo, ¿Qué tan constante soles ser con las subidas a Instagram?

Facundo Ortiz: Y mirá yo trato de que la cuenta este siempre activa, viste. Por lo que subo fotos todo el tiempo. Apenas me levanto lo primero que hago es sacarme una selfie, pero nadie le pone me gusta.

Cursos de Instagram: ¿Probaste con ponerle filtros a las fotos?

Facundo Ortiz: A todas les pongo filtro. Ayer fui a desayunar a Las Cañitas en lugar super top, super caro, me pedí una tostada y el mozo ni termino de ponérla en la mesa que ya le había sacado una foto. ¿Sabes cuantos likes conseguí?

Cursos de Instagram: Jajajajaj ni idea, ¿Cuántos?

Facundo Ortiz: Cero. No sé de qué carajo te estas riendo la verdad.

Cursos de Instagram: Bueno, te pido disculpas. Mirá, quédate tranquilo Facundo que la idea del curso es justamente ayudarte a que sepas cuales son los mejores filtros para cada tipo de foto y los horarios que por lo general suelen tener un mayor número de vistas. Por ejemplo si vas a compartir la foto de un desayuno lo ideal sería que la subas por la mañana, entre las 8 y 9 que es cuando la gente suele desayunar antes de ir a trabajar. Si es durante el fin de semana, ahí capaz te conviene esperar una hora antes de subirla, ¿Me entendes?

Facundo Ortiz: Sí, te entiendo perfectamente. Ya solo con hablar con vos siento que estoy aprendiendo un montón. Ni me quiero imaginar lo bueno que son esos cursos.

Cursos de Instagram: :)

Facundo Ortiz: ¿Te hago otra consulta?

Cursos de Instagram: Por favor.

Facundo Ortiz: ¿Las drogas me las envían a mi domicilio o las tengo que retirar yo?

Cursos de Instagram: ???????

Facundo Ortiz: ¿Qué?

Cursos de Instagram: Honestamente espero que te hayas equivocado de conversación.

Facundo Ortiz: No me equivoque de conversación, para nada. Para eso tendría que estar drogado pero vos no me queres vender.

Cursos de Instagram: ¿Vos sos el pelotudo de ayer?

Facundo Ortiz: No sé de qué pelotudo hablas.

Cursos de Instagram: ¿Edgardo?

Facundo Ortiz: Edgardo De la Fuente. Ese es mi nombre, sí.

Cursos de Instagram: Ah pero vos estás desquiciado directamente.

Facundo Ortiz: ¿Puedo tomarme el atrevimiento de preguntar por qué?

Cursos de Instagram: Lo tuyo es para manicomio.

Facundo Ortiz: ¿De nuevo? ¿Por?

Cursos de Instagram: Porque se ve que no tenés nada mejor que hacer de tu vida que andar molestando a la gente que labura.

Facundo Ortiz: Perdón, ¿Y quién te dijo a vos que no estoy laburando?

Cursos de Instagram: Entonces seguí con tu laburo pero a mí no me jodas más flaco. Sos re pesado.

Facundo Ortiz: Eso no va a poder ser Julieta, lamentablemente.

Cursos de Instagram: Me da igual. Deja de estar fastidiando a la gente Facundo.

Facundo Ortiz: Facundo no, Julieta. Edgardo. Edgardo De la Fuente.

Cursos de Instagram: Me importa una reverenda mierda. Llamate como se te cante el orto, pero a mí no me jodas más.

Facundo Ortiz: Veo que no tenes idea de quién soy.

Cursos de Instagram: Sí, un pelotudo que no tiene nada que hacer.

Facundo Ortiz: A mí me dicen el Pablo Escobar de Facebook.

Cursos de Instagram: Ay Dios, no podes ser más idiota.

Facundo Ortiz: Disculpame, pero idiota debes ser vos, que te pensas que no me doy cuenta de lo que estás haciendo.

(Me bloquea de nuevo)

Pasan diez minutos y le vuelvo a hablar. Afortunadamente ya había tomado las precauciones necesarias, por lo que ya tenía otra cuenta preparada.

Príncipe Vegeta: Te haces pasar por un chupasangre que le roba la plata a la gente con eso de los “cursos de Instagram,” pero es tan solo una fachada para ocultar el imperio de narcotráfico que administran desde las sombras, ¿no? Todo para despistar a la competencia. Muy astuto. Pero ineficaz contra mí.

Cursos de Instagram: Jajajajajajaj ay por Dios, y encima esa foto de perfil con dibujitos. La verdad que me das mucha lastima.

(Cuando dice “dibujitos” se refiere por supuesto a la imagen del conocido personaje de Dragon Ball, que en ese momento estaba usando como foto de perfil.)

Príncipe Vegeta: Lastima das vos que le querés sacar plata a la gente por decirle cuales son los mejores ángulos para sacarle fotos a una tostada, ¿no te da vergüenza?

Cursos de Instagram: Por lo menos me gano la vida haciendo lo que me gusta.

Príncipe Vegeta: ¿Vendiendo drogas?

Cursos de Instagram: ¡Ya te dije que no vendemos drogas!

Príncipe Vegeta: Es que la verdad ya no sé qué es peor. A esta altura me parece hasta más honesto que vendas drogas por Facebook a que le digas a la gente a qué hora se tiene que levantar para ir a sacarse una selfie al baño.

Cursos de Instagram: Sos una basura.

Príncipe Vegeta: Es más, si finalmente resulta que no vendes drogas te diría que estoy bastante decepcionado.

Cursos de Instagram: Vos porque debes estar al pedo todo el día. Ni debes trabajar. ¡¡¡BASURA!!!

Príncipe Vegeta: Mi trabajo es más que interesante.

Cursos de Instagram: A ver contame. Te juro que la curiosidad me está matando, ¿Qué sos? ¿corredor de bolsa?

Príncipe Vegeta: Somos empresarios.

Cursos de Instagram: Aaaaaaaaaaah, y a ver ¿Qué hacen?

Príncipe Vegeta: Nos dedicamos a asaltar planetas para después venderlos.

Cursos de Instagram: ANDÁ A LA CONCHA DE TU HERMANA.

Príncipe Vegeta: ¿Me vas a vender las drogas o no?

(Me bloquea)

Para ese entonces ya había comprado dos cosas. Que la mina realmente era un parasito que se dedicaba a dar “cursos intensivos de Instagram” por la modesta suma de $2.500 al mes, y que además era una mal educada. Porque si ustedes analizan bien la conversación, yo en ningún momento le falté el respeto.

De todas formas a los dos días le vuelvo a hablar. Sobra decir, nuevamente desde una cuenta diferente.

Tyrion Lannister: Hola, ¿cómo va?

Cursos de Instagram: ¡Hola! Todo bien por suerte, ¿vos?

Tyrion Lannister: Bien. Estoy interesado en lo que hacen.

Cursos de Instagram: ¡Bárbaro! Decime, ¿hay algo que quieras saber en particular?

Tyrion Lannister: Una sola pregunta.

Cursos de Instagram: Decime =D

Tyrion Lannister: ¿A cuánto la línea de merca?

(Me bloquea)

Más tarde cuando mi amiga Claudia me preguntó cómo me había ido, le dije que por lo menos había podido corroborar que la página era realmente autentica. “¿Y qué onda el trato?” me pregunta. “¿Son copados?”

“Hablamos bastante,” fue lo único que le dije.

Por las dudas le dije también que en el caso de que decidiera contactarlos, les diga que iba de parte mía. Refiriéndome no a mí nombre real, por supuesto. Porque conmigo técnicamente no habló.

“Deciles que vas de parte de un tal Edgardo De la Fuente, que seguro te hacen un descuento.”

Ojala que le vaya bien, pobre Claudia. Habrá que esperar.




jueves, 5 de octubre de 2017

Beneficios de que Argentina no vaya al Mundial 2018


Visto y considerado que la participación de nuestra selección de fútbol en el próximo mundial a celebrarse en Rusia pende de un hilo, me pareció más que oportuno escribir un artículo planteando un escenario en donde ocurriese lo peor. A fin de poder brindarte unas palabras de aliento que te sirvan de preparación para el hipotético caso en el que la selección albiceleste no logre la clasificación y termine por hundirse en las turbulentas aguas del fracaso una vez más (solo que esta vez sería más temprano que de lo costumbre, pero la idea es la misma).

Ya que vos no tenés que dejar de pensar ni por un segundo que el objetivo de este blog es ver siempre el lado positivo de las cosas.

“No W, no se le puede encontrar un lado positivo a esto. Si la selección no va al Mundial te juro que me mato. Me pego un tiro.”

Tranquilo que yo estoy para ayudarte, bruto hijo mío. Porque con ese pensamiento digno de un orangután, la verdad que te podrías pegar el tiro ahora y nos haces un favor a todos. ¿Te daban cloro de chico?



Analizaremos en profundidad el comportamiento que suelen tener estos seres durante el desarrollo de este campeonato tan importante, capaz de generar todo tipo de emociones al mismo tiempo y en todo el planeta. Sin embargo, en este artículo me limitare a hablar puntualmente del hincha argentino.

El hincha casual, ese que suele ver los partidos por televisión y de tanto en tanto asiste a la cancha, basta tan solo con que dé inicio el mundial para que automáticamente entre en un estado psicótico que, si está en la vía pública y no tiene una tele a mano, lo llevara a irrumpir en cualquier lugar para preguntar a quién sea que se cruce en su paso lo siguiente: “¿Sabés cómo va el partido?”

No importa si es un local a la calle, una fiesta  o un velorio a cajón abierto.

“Disculpe Padre, ¿sabe cómo va el partido?”

Y lo peor de todo es que ni siquiera es un requisito excluyente que esté jugando la selección. Capaz que vos estás tranquilo en tu hogar almorzando con tu familia, cuando de repente notás que se asoma la cabeza de uno de estos subnormales por la ventana, quien sin importarle nada, sobre encima de los ravioles procede a preguntarte cómo va el partido entre Mongolia y Armenia. Blandiendo un argumento tan estúpido e incoherente como su misma existencia al decirte que el resultado de dicho partido es de vital importancia ya que el resultado puede definir a uno de los próximos rivales de Argentina en la copa, y que si no lo ves la selección va a perder por 28 a 0 siendo vos el único responsable.

De más está decir que en el supuesto caso de que optes por decirle que no estás mirando el partido porque simplemente no te interesa y que además tu hijo te pidió por favor que le pongas el Blu ray de “Mi Villano Favorito”, automáticamente vas a ser calificado de traidor a la patria, quien no se interesa por su país y que básicamente vos mataste a todos los soldados que murieron en Malvinas.

-E amigo como no va a mira’ el partido. ¿Que no te importa tu pai amigo?
-Me importa y mucho. Lo que no me importa es el partido. Entendeme, por favor.
-No gato, no te importa, sos re gato loco.

Créanme que si bien la perspectiva de que nuestra selección no participe en la próxima Copa del Mundo puede ser más que desalentadora para todos, va estar bueno no tener que lidiar con estos individuos de nula inteligencia.

A parte lo que más destaco sin lugar a dudas es el cinismo que tiene esta gente. Porque la misma persona que te tilda a vos de antipatriota, traidor, renegado y anda a saber que otra pelotudez, muchas veces es la misma que durante los cuatro años antes del mundial se la pasa quejándose diciendo que el país es una cagada, que todo lo que se fabrica acá es de segunda, y que si pudiera se iría a vivir a cualquier otro país para no volver más nunca.
Como si tu interés y/o devoción por un deporte fuese lo que te define.
Es hasta gracioso incluso. Porque todo ese patriotismo que estos fulanos dicen tener, desaparece por completo una vez que la selección queda eliminada. Ahí todos los jugadores pasan de ser héroes a unos “pecho fríos” que no juegan por el amor a la camiseta sino por el dinero.

Ay por favor, ¿really? ¿De verdad me estás diciendo que los jugadores salen a la cancha por la plata? No te la puedo creer, ¿en serio? Te juro que pensé que lo hacían por el amor que le tienen al país y a su gente, que tan bien los trata y recibe, siempre y cuando los resultados sean favorables, claro.

Otro punto favorable de que Argentina no vaya la cita mundialista sería la aniquilación temprana de toda esperanza y expectativa que se genera y va creciendo a medida que la selección va abriéndose paso hacia las fases finales de la copa para después terminar perdiendo contra como Alemania.

A ver, siempre me consideré una persona cien por cierto optimista y positiva. Pero ey, seamos realistas. La selección no va a volver a ganar una Copa Mundial. Ni esta, ni ninguna otra, porque somos un puto asco jugando, y cuanto antes pueda la gente asimilar este hecho factico, mejor.

Lo que pasa es que muchas veces la gente, desnuda en su estupidez, se aferra a las épocas doradas del Diego –ese que en épocas de mundial para todos es una leyenda del futbol y el resto un drogadicto inútil- pensando que si te pasan la misma jugada contra los ingleses en el 86 una y otra vez en cuanta propaganda se te ocurra, lo mismo se va a repetir con Messi. Porque de alguna forma necesitamos crear un héroe que sirva de sucesor al jugador más habilidoso que tuvimos, a efectos de que nos ayude a evadir la cruda realidad de que somos unos losers de primera que no pueden ganar ni el mundial de panchos bajados con agua.
 

Otro beneficio digno a mencionar es que no vamos a tener que lidiar con esas movilizaciones de memes y frases ridículas que se comparten por las redes sociales. Frases estilo “Hoy somos todos argentinos.” Muy importante recordar esto porque no hay que olvidar que vos sos argentino de lunes a jueves y el resto de la semana sos taiwanés.

Todo esto, en teoría, a fin de reforzar el sentimiento de unión y solidaridad entre los habitantes de una misma nación. Sentimiento que, vale aclarar, va a quedar anulado una vez que se termine el mundial. Ahí el país vuelve a ser tierra de nadie y si llegaras a ser una persona mayor esperando a que alguien te ceda un asiento en el bondi, la misma persona que se abrazó con vos para festejar un gol, muy probablemente se haga el dormido para no dártelo.

Y demás está decir que la eliminación de Argentina en el certamen, le va a dar la oportunidad perfecta al sector cabeza para salir a romper vidrieras, saquear y prender fuego la fucking ciudad. Eso, entre tantas otras cosas primitivas que esta gente está acostumbrada a hacer para manifestar su “descontento”.



Por otro lado es reconfortante saber que no vas a tener que fumarte al pelotudo feliz de turno que se dedica a relatarte el partido por Facebook. Esos que actualizan sus estados poniendo cosas como “GOOOOOOOOOOOLLLLL” o “¡Uy, que cerca pasó eso!” pensando que uno lo va a leer y va decir “¡Guau! Mirá que data interesante sube este pibe, no es como si no tuviese 5 televisores en mi casa.” Pero no, uno lee comentarios como este y lo único que piensa es “Pobre pibe, le falla.”
 

Por lo que en definitiva concluyo ¿para qué molestarse en clasificar al mundial para después ver como un equipo mejor que el de uno se lleva el trofeo a casa? Y lo estoy diciendo con la mejor de las ondas posibles, de verdad. ¿Para qué luchar si la batalla está perdida de antemano?

En fin, ¡Vamos Argentina!


martes, 5 de septiembre de 2017

Conversaciones de ascensor

Para algunos el escenario número uno en generar temas de conversación por excelencia. Para otros un sitio inhóspito y sombrío capaz de dar lugar a todo tipo de encuentros potenciados por un factor aleatorio que siempre dice presente, ya que una vez que ponemos los pies dentro, no sabemos con qué tipo de criatura nos podemos llegar a cruzar.
   
No obstante, la realidad es que todos; desde el salame que fuerza los encuentros para toparse con la mina que le gusta creyendo que si los hace parecer de forma casual se va a terminar casando con ella, hasta el antisocial que prefiere subir cuarenta pisos por escalera antes de tener que decirle “Buenos días” a otro ser humano; TODOS en algún momento de la vida hemos hecho uso de este endiablado artefacto llamado ascensor.
 
Hoy te voy a mencionar lo que a mi criterio son los temas más comunes que la gente, vaya Dios a saber porque, no se cansa de sacar una vez que estamos adentro de estas trampas mortales.

1-El tiempo

No puede faltar. El campeón imbatible en la Liga de Temas de Conversación Irrelevantes y Forzados. El tópico que las personas no se cansaran de utilizar una y otra vez, a fin de lograr que el trayecto (ya sea subida o bajada) sea más placentero para todos. Como si tuviesen miedo de que si no hablan del bendito tiempo ni bien se terminen de cerrar las puertas del ascensor, el mismo se vendrá abajo, precipitándose trágicamente al vacío y llevándose la vida de todos los ocupantes en un festival de sangre, tripas y vasitos de café de McDonald’s. 

“Está re pesado, ¿no?” 

“La verdad que pesado estás vos, que cada vez que te cruzo en este ascensor del ojete para ir a trabajar, me tengo que fumar la misma pregunta pelotuda de siempre, la concha bien de tu madre, subnormal de mierda. Ah, piso 12, acá me bajo yo. Buen día.”


 2-La fecha

El personaje que se ve en la necesidad de recurrir a este tópico es incapaz de hacer el trayecto en silencio así sean cuatro pisos. Por lo que se ve obligado a hacer preguntas que, o bien ya sabe la respuesta, o las tiene enfrente de sus narices, como suele pasar por ejemplo con el día de la semana y la fecha.

“¿Hoy que es? ¿20?” Te pregunta el destructor de hielos profesional, cuando sabe muy bien que no puede vivir sin mirar la pantalla de su celular ni por una milésima de segundo, porque no vaya a ser cosa que le llegue un nuevo aviso de actualización de la calculadora. 


Decime, ¿Tu celular no te muestra la fecha exacta en la pantallita con apretar literalmente un jodido botón? ¿O tenés configurada la hora de Emiratos Árabes? Salame.

O si no te tienen que recordar que día de la semana es, y cuantos faltan exactamente para que la misma concluya. Porque claro, no nos olvidemos de que vos vivís en una cueva aislado de la civilización, donde lo más tecnológico que tenés es la gomera con la que salís a cazar las palomas que después te comes a la parrilla.

“Miércoles ya. Dos días más para el finde.”
 

“Ah mirá vos che, y yo que pensé que esta semana iba a ser más corta y después de hoy se reseteaba todo y volvíamos al lunes. Gracias por el dato. Tomá una galletita. Saltá, saltá.”


3-El fin de semana

Si ocasionalmente te ves obligado a compartir el ascensor con alguien un lunes por la mañana, da por hecho que tarde o temprano  te vas a encontrar hablando de esto. No importa si las únicas palabras que cruzaron hasta ese entonces fueron “Hola, buenos días” y “Chau, buenas tardes.”
 

La situación empezará, en el 99,99% de las veces, con un prolongado suspiro de tu interlocutor quien te dirá algo parecido a esto:

“Otra vez lunes.”
 

“Y si,” le vas a decir vos, tratando de ser lo más breve y tajante posible.

Por desgracia tu treta de poco va a servirte, ya que el individuo que tenes enfrente es demasiado estúpido para percatarce de tu tono indiferente y tu cara de traste, por lo que procederá a preguntarte lo siguiente: “¿Qué hiciste el finde?” Lo cual no tiene sentido. Ya que por más que le digas que te quedaste en tu casa viendo un documental de Koalas, o le digas que asaltaste un banco con una ballesta disfrazado de Power Ranger, el muy idiota se va a limitar a decirte “Ah, mira que bueno,” porque en definitiva no te conoce y por ende le importa un bledo lo que hagas con tu vida social. Pero bueno, parece que si no sacan el tema el ascensor queda trabado para siempre en el tiempo y el tipo va a ser incapaz de llegar a su casa.

Y que no te vayan a agarrar un sábado por la noche subiendo al ascensor con la bolsita del delivery porque inevitablemente te van a tirar una frasecita estilo:

“Je, vos sí que no te privás de nada, eh.”

“Mirá, con todo respeto, de lo único que me privo es de no mandarte bien a la mierda, porque cada vez que te cruzo me haces perder el tiempo con estas charlitas vecinales que la verdad ya me tienen las pelotas como dos Transformers. Pero bueno, permiso eh, chau, buen finde.”




4-La Familia

Con esta situación vas a tener que lidiar, la mayoría de las veces, en el ascensor de tu casa. Cuando tengas la desdicha de caer en las redes de alguna de las viejas chusmas del edificio. Esas que parecen vivir en los pasillos del mismo, siempre al acecho de alguna victima fresca a la que le puedan sacar todo tipo de información sobre tu familia.

“¿Tu mamá cómo anda? Hace rato que no la veo,” te va a decir en tono preocupado.

Y vos, que para las respuestas genéricas sos mandado a hacer, le vas a decir “Y ahí anda,” tratando de evadir rápidamente el tema, ya que sabes muy bien que lo más probable es que tu vieja seguramente prefiere bajar a la calle colgada de una sábana, antes que arriesgarse a usar el ascensor y toparse con alguno de esos seres de ultratumba.

“¿Y tu papá?” “¿Sigue trabajando?” “¿Y tu abuela?” “¿Y el perro?”¿Y el tatú carreta? Ah, ¿ya no lo tienen más? Que lastima.”

Creeme que si no te preguntan por tu primo lejano que vive en Mongolia es porque no le dan los pisos.



5-La tecnología

Este tema siempre es más peligroso cuando saben que tenés conocimientos en el campo de la informática.

Porque capaz un día te cruzaste con un vecino en el ascensor que justo te contó de un problema que tenía con la PC y vos lo ayudaste a resolverlo. Por lo que desde ese momento se empieza a correr la bola en el edificio de que vos creaste Windows, Android, y que hasta sos capaz de predecir el futuro.

Y capaz vos no sos un experto en el tema, y y no necesitás serlo. Pero gozás de ciertos conocimientos, y da la casualidad que justo ese día, que de ahora en adelante vos vas a recordar como “La vez que ayudé a ese pelotudo,” le explicaste como tenía que formatear la PC. Por lo que ahora cada vez que se topen con vos en el elevador, tus vecinos no van a perder oportunidad de hacerte todo tipo de preguntas, que, si bien en un principio estarán relacionadas con el tema, poco a poco, vas a notar que iran perdiendo el sentido.

“Che vos sobre motores de tractores no tenes idea, ¿no…? Porque justo tengo un problema...”


sábado, 5 de agosto de 2017

Estereotipos de amigos - PARTE 2

Cuando terminé de escribir la primera parte en septiembre del año pasado, recuerdo haber dicho algo parecido a “la semana que viene escribo la segunda.”

Ok, por alguna razón ya pasó casi un año de eso, así que si alguien tiene ganas de ponerse al día y leer la primera parte, acá les dejo el link.
La idea principal de este artículo es ser lo más fiel posible a su predecesor. Analizando a fondo y de la manera más acertada posible las diferentes personalidades con las que nos podemos llegar a topar en nuestras filas de seres queridos, y no tan queridos en algunos casos. Obviando por completo la ironía de que sea justamente este servidor quien se ponga a hablar del asunto cuando nadie le envía un mensaje de afecto ni por equivocación, a menos que sea para dejarle en claro lo mucho que lo odian y recordarle que si mañana se muriera, el mundo sería un lugar mejor.

En serio. Una vez intente poner a prueba el nivel de cariño que me tenían las personas que conozco y puse en mi cuenta personal de Facebook que había sido diagnosticado con una enfermedad terminal y solo me quedaba un día de vida.

Jamás un estado mío de Facebook recibió tantos “me gusta” como en aquella ocasión. Uno incluso en los comentarios me llego a poner: “Hubieses avisado con tiempo así conseguía la reserva y las bebidas. Pero la verdad no sé de qué me asombro si era sabido que incluso hasta en el día  tu muerte te las ibas a ingeniar para joderle la vida a los demás. Basura.”

En fin. Empecemos.

El Borracho:

Esta sombra que alguna vez fue un ser humano como vos, como yo, y que lo único que puede generar es pena ajena, es el término que se le da a aquel ser que piensa que puede escapar de todos sus problemas a base de alcohol. No lo podes llevar a ningún lado porque lo lleves a donde lo lleves, ya sea a bailar a un boliche un sábado por la noche o a la misa del domingo a las diez de la mañana, el tipo siempre le encuentra la vuelta para terminar tumbado sobre el tibio charco de su propio vomito.

Y lo peor de todo es que encima tiene el descaro de negarlo.

-Que borracho que estabas anoche.
-No estaba borracho.
-Te subiste desnudo arriba de la mesa y empezaste a gritar que eras el “Rey del Tequila”, y que todos éramos tus fieles súbditos.
-Bueno, tome un poco y me puse medio cargoso, nada más.
-Te tuvieron que sacar en camilla, Jorge.

El Pirata:

Este tipo siempre dice presente, y en donde te descuides, se puede convertir en el estereotipo más peligroso de todos. Es el individuo que poco a poco te va despojando de todas tus pertenencias utilizando siempre la misma excusa de que “solo te lo está pidiendo prestado.”
Vos al principio obviamente no te vas a dar cuenta. “Uh, ese juego nunca lo pude jugar pero me dijeron que esta bueno. ¿No me lo prestas por un par de días?” te va a decir tu amigo, ocultando sus verdaderas intenciones bajo una máscara de inocencia y ternura. Razón por la cual nunca vas a poder ver el puñal que esconde con una mano mientras que con la otra acepta el objeto que vos, pobre iluso, en buena fe le estas prestando.

“Que aburrido estoy, voy a jugar un poco a la play…….ah, cierto que se la llevó Patricio.”

“Voy al super a comprar. Me voy a poner la campera que está haciendo frío…..ah, cierto que se la llevó Patricio.”

“Voy a salir a dar una vuelta con el auto….ah, cierto que se lo llevó Patricio.”

“¿En dónde dejé las escrituras de la casa? Ah cierto….Patricio…”
Eventualmente va a llegar un punto en donde Patricio, con todas las cosas “prestadas” que obtuvo de tu generosidad, producirá un daño irreversible rompiendo la barrera espacio-tiempo y creando una realidad alternativa en donde Patricio se convierte en vos.

Y para cuando logres unir todas las piezas del rompecabezas va a ser demasiado tarde.

“Pero si solo me pidió prestado el primer libro de Harry Potter. ¿Cómo puede ser que ahora viva en mi casa y se esté garchando a mi novia? Acá pasa algo raro,” te vas a encontrar diciendo vos, al tiempo que utilizas unos cartones para protegerte del frío que llega hasta ese oscuro y ominoso puente que ahora llamas hogar.

El Honorable:

Cuando hablamos de este tipo, hablamos de aquel sujeto que empuja su código de moral y justicia hacia lugares insólitos, lo que ultimadamente hace que su línea de razonamiento se vuelva ridículamente estúpida.

Supongamos que un grupo de amigos se junta a jugar unas copas al Winning Eleven y a Gustavo le toca ser Inglaterra. Gustavo no solo va a decir que no, rotundamente, sino que se va a ofender y, revoleando el mando a la mierda, va a arrancar con uno de sus monólogos.

“Compañeros. Si bien agradezco que me hayan invitado, es mi deber manifestar este descontento que me carcome el alma y decirles que aquellos soldados que representaron tan valientemente a mi patria, no fueron a dejar sus vidas al campo de batalla para que yo hoy insulte su memoria, eligiendo una escuadra compuesta por once asesinos, quienes con total impunidad invadieron nuestras tierras y nos las arrebataron. Antes de eso prefiero estar muerto,” grita parado arriba de la mesa con los brazos en alto.

Para evitar mayores inconvenientes los demás deciden cambiar de juego y se ponen a jugar Mortal Kombat. Pero lejos de resolverse los problemas empeoran, porque Gustavo decide elegir a Sonya Blade y uno de los chicos, con ningún otro propósito más que elogiar sus habilidades en el mando para con dicho personaje le dice: “Che, ¡Qué bien que usas a Sonya!”

En ese momento seremos testigos de cómo al tipo automáticamente se le pone el rostro de piedra y con los ojos inyectados de furia le dice: “¡¿Y por qué te sorprende que juegue bien con Sonya?! ¡¿Es porque es mujer?! ¿Tan débil consideras a la mujer que no puede ser un buen personaje en un video juego, eh? Cerdo opresor machista y patriarcal.”

Ahí cuando el resto dice basta y al unísono, casi de manera orquestal, se abalanzan contra Gustavo y lo apuñalan múltiples veces, para finalmente dejarlo tirado en la vereda, medio muerto y con el control de la play metido en el culo.

El Suicida:

El típico personaje que tras cortar con la pareja empieza a postear estados depresivos en su Facebook. Es entonces cuando sus amigos deciden embarcarse en la fútil misión de rescatar su corazón roto, el cual yace en las profundidades del océano melancólico.
Para esto organizaran una serie de guardias rotativas de 24 horas diarias, entre otras precauciones, a fin de evitar posible suicidio.

Pero todo termina una noche, cuando en una juntada de truco, habiendo escondido previamente todos los objetos filosos, no se percatan de que al Suicida, que si bien hasta ese momento la estaba pasando bien, no le gusto haber perdido la partida de truco. Por lo que en un descuido de sus dos amigos que le servían de escoltas y lo esperaban en la puerta cada vez que iba al baño, el Suicida, totalmente desapercibido se desliza hasta el tocador llevando consigo una soga que por las dudas siempre llevaba en la mochila.

El resto se cuenta solo.

Para cuando el grupo se percata de su ausencia después de dos horas, van a buscarlo al baño y descubren la trágica escena.
El cuerpo de Ángel ahora pende inerte de una soga de yute rotando lentamente, sin vida.
 

-Sos un boludo, te tocaba a vos vigilarlo.
-Bueno loco, perdóname, no puedo estar en todas. ¿Vemos una peli?
-¿Y qué hacemos con Ángel?
-Mañana lo bajamos.
-Bueno, dale.